El primer conflicto
Al
abrir la Biblia, nos encontramos con el clásico ejemplo de los
conflictos entre la misma y las teorías científicas. Justo en la
primera página hallamos el relato de Moisés sobre la creación del
universo, hecha por Dios en seis días, dando por concluida su obra
el séptimo día. Este relato ha sido traducido a miles de idiomas y
es aceptado en muchas culturas, a partir de las culturas antiguas.
Pero es entre las culturas modernas donde han surgido las dudas. La
historia bíblica fecha la semana de la creación hace unos seis mil
años. Según la evidencia acumulada en el siglo veinte, la edad del
universo no es de seis mil años, sino del orden de diez mil millones
de años. Esta discrepancia ha impedido que algunos den crédito a lo
que la Palabra de Dios dice. Incluso algunos se han opuesto
frontalmente a ella, valiéndose de interpretaciones contradictorias
para desacreditar su historicidad. Pero los creyentes hemos podido
aclarar muchas de estas discrepancias a través de la investigación
científica. Por ejemplo, en el siglo veinte los arqueólogos han
confirmado la historia bíblica. Algunos, como William Foxwell
Albright, empezaron su trabajo como adversarios pero terminaron
reconociendo la fidelidad de la narrativa bíblica.
William
Foxwell Albright
Nació el 24 de mayo de 1891 en Coquimbo, Chile,
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Los orígenes
Lo
mismo ocurrió en cuanto al relato bíblico de los orígenes. El
darwinismo, nacido en el siglo diecinueve, propugnó una explicación
del origen de las especies. Los darwinistas explicaron la adaptación
obvia de los animales a su ambiente como consecuencia de un largo
proceso de selección natural entre mutaciones aleatorias bajo el
principio de la supervivencia del más apto. Los apologistas
replicaron que Dios diseñó las necesarias adaptaciones al medio
cuando creó los animales. Darwin mismo admitió que su proceso de
evolución requería muchos millones de años. Dijo que los que no
aceptasen las largas épocas geológicas podarían cerrar
inmediatamente su libro ««El origen de las especies»». Por eso,
algunos biólogos apologistas han interpretado los días del relato
de la creación como períodos consecutivos de 24 horas cada uno. El
darwinismo, ahora, está modificando sus ideas. Tiene cada vez menos
evidencias científicas y menos defensores. En cambio, la cosmología
moderna va ganando evidencia y seguidores. En las etapas de
desarrollo del universo hay semejanzas patentes entre los
descubrimientos científicos y las descripciones bíblicas. La
discrepancia más importante es que la Biblia divide las etapas en
períodos llamados ««días»», que los astrofísicas dicen abarcan
miles de millones de años.
Algunos
astrofísicos apologistas explican que la palabra ««día»» puede
referirse a largas épocas. Así resuelven el conflicto con las
evidencias observadas, pero abren una brecha con la estrategia
adoptada por algunos biólogos apologistas.
Las
etapas de la creación en el relato bíblico se entienden mejor,
ahora, a la luz de los descubrimientos científicos. Esto nos permite
aclarar la definición bíblica de la palabra ««día»». La
definición que proponemos permite que todos los apologistas, tanto
astrofísicas como biólogos, tengan razón en sus respectivos
campos. La clave para descubrir la definición bíblica de este
término es la de interpretar el texto en sentido literal, sin
descartar ningún indicio, ni intercalar ideas ajenas en los
supuestos silencios del texto. Reconozcamos que nuestro afán de
ordenar los eventos de nuestros días en un horario riguroso puede
cegarnos a los conceptos de tiempo de sociedades antiguas. Dejemos,
por tanto, a un lado la vieja lucha entre los que interpretan los
días como siete períodos consecutivos de 24 horas cada uno; los que
ven los días como símbolo de largas épocas; y los que intercalan
miles de millones de silenciosos años entre los primeros versos de
Génesis. De paso, rechazamos totalmente la idea de que Dios creó
todo recientemente pero con apariencia de antigüedad, quizás como
una forma de probar nuestra fe. Esta interpretación, realmente, es
indigna de Dios. Existen ya bastantes obstáculos para la fe como
para poner otros de forma artificial. Dios quiere que todos nos
acerquemos a él con fe. No que tropecemos.
La
definición más primitiva de un ««día»» es la de un ciclo de
oscuridad generalizada en la naturaleza, seguido por otro de
iluminación. También se usa la palabra ««día»» para la fase
iluminada del ciclo. En el relato de Génesis, cuando al principio
Dios creó los cielos y la tierra, se nos dice que había tinieblas
en todo el universo, pero luego Dios creó la luz. Inmediatamente el
relato se interrumpe con declaraciones y definiciones. Dios llama a
la luz día y a la oscuridad noche. Moisés añade que ««la tarde y
la mañana fue un día»». Lo menciona en este orden porque la
oscuridad fue primero, y luego la luz. Esta definición no menciona
la palabra ««hora»»Este intervalo definido de tiempo tampoco
viene en ninguna parte del Antiguo Testamento. Los romanos
introdujeron la hora cuando inventaron artefactos fiables para medir
el transcurso de tiempo. Cuando Moisés escribió, esta tecnología
no existía. La gente medía el tiempo por el movimiento aparente del
sol o de las estrellas. La identificación de un día con la duración
de un intervalo de tiempo es una definición derivada y secundaria.
La duración de un día usual
Ni
en el primer día, ni en los dos siguientes, hay indicio alguno sobre
la duración de estos días. Dios mismo se encargaba de separar la
luz de la oscuridad. Todo lo que ÉL hace es bueno. Confiamos que
también era buena su regulación del transcurso de los tres ciclos
de oscuridad y luz. Sólo en el cuarto día llegamos al factor
determinante de la duración de los días, y se aplica solamente a
los días siguientes. En el cuarto día Dios delega en el sol la
función de separar la luz de las tinieblas. Le da al sol autoridad
para gobernar. Recibida esta tarea y comisión, desde entonces el sol
ha regido el día con rigor y precisión. Podemos estar seguros que
los días cinco, seis, siete, y todos los siguientes hasta el día de
hoy han sido días de veinticuatro horas.
La zoología y el origen de los
humanos
Esta
observación les viene muy bien a los biólogos apologistas. Según
la Biblia, mientras el sol gobernaba y medía los días en períodos
usuales de 24 horas, todos los animales marítimos y voladores fueron
creados en el quinto día, y todos los animales terrestres y la
pareja humana fueron creados en el sexto día. Los humanos no somos
descendientes de los simios. Ningún animal tuvo tiempo de
reproducirse antes de la creación de Adán y Eva.
Los primeros tres días
Dios
no tenía ninguna obligación de limitar la duración de los primeros
tres días a las veinticuatro horas que después serían la regla
usual. Antes que la tierra fuese formada, ella no giraba sobre su
eje. La Noche y el día eran determinados por la falta o la presencia
de luz. Al estudiar los descubrimientos de la cosmología y la
astrofísica, podemos identificar tres épocas de oscuridad en el
desarrollo del universo desde la creación, interrumpidas por tres
épocas de iluminación de la materia de la tierra en formación. Los
ciclos alternados de oscuridad e iluminación fueron los tres
primeros días.
Los astrofísicos
apologistas
Esta
interpretación les viene bien a los astrofísicos apologistas. Nunca
pudieron meter las largas épocas de la formación del universo en 72
horas ni en 144. No les conviene alegar que la Biblia pasa en
silencio sobre estas épocas. Muchos, sin profesar ser creyentes, han
notado los paralelos entre la cosmología y lo que Génesis dice
explícitamente. El Dr. Robert Jastrow, en su libro titulado Dios y
los Astrónomos, indica como, a lo largo del siglo veinte, los
grandes científicos se reconciliaron con la evidencia cumulativa de
que el universo tuvo un comienzo que era, en sus aspectos físicos,
como la Biblia dice. Moisés entreteje, correctamente, los tres
grandes descubrimientos en los primeros ocho versos de su relato.
El primer descubrimiento
Albert
Einstein en 1905 propuso su teoría especial de la relatividad. Un
corolario modificó la ley que decía que la materia es conservada en
toda reacción. La materia no es eterna, sino que puede crearse. La
energía pura puede condensarse en la materia. Esta energía pueden
ser los rayos X generados por ciclotrones, o los rayos gamma, todavía
más energéticos que los rayos X, que ahora llegan de las regiones
más lejanas y antiguas del universo. Estos rayos son oscuros. Su
vibración es demasiado rápida como para producir ninguna sensación
visual. Cuando se hace una radiografía, un pulso muy energético
traspasa el sujeto y expone la película, pero el sujeto no ve nada.
Pero cuando los rayos gamma chocan entre sí, convierten gran parte
de su energía en componentes de átomos, como electrones y otras
partículas. La energía sobrante hace rayos menos energéticos, como
los fotones de luz perceptible o de calor. Así los rayos oscuros se
hacen visibles cuando chocan entre sí, se rompen, y se condensan.
El Segundo Descubrimiento
Edwin
P. Hubble anunció en 1929 que el universo está en expansión. En
general las galaxias se alejan unas de otras. Este movimiento no
puede haber continuado así desde la eternidad pasada, porque ahora
las galaxias estarían infinitamente lejos de nosotros, y no
podríamos observar ninguna de ellas. Cuando vemos el cielo lleno de
galaxias, sabemos que en cierto momento, no infinitamente remoto en
el pasado, todas las estrellas y galaxias estaban juntas, y antes de
su separación formaban una masa compacta.
El tercer descubrimiento
En
1964 dos científicos de los Laboratorios Bell (la Telefónica de los
EE. UU.), Arno Penzias y Robert Wilson, detectaron la luz proveniente
de esa masa con una antena de microondas. Cualquier persona puede
detectar la misma luz con un equipo tan ordinario como un televisor.
Solo hay que encenderlo y seleccionar un canal donde por el momento
no haya transmisión. Se verá un baile de puntos blancos y negros.
Según la determinación de Penzias y Wilson, el setenta por ciento
de estos puntos son ruidos electrónicos de aparatos artificiales,
como emisoras demasiado lejanas como para captar su imagen, motores
eléctricos, etc. Casi todos los restantes son emisiones aleatorias
esporádicas del sol, de otras estrellas, y de galaxias lejanas. Pero
uno entre cien de estos puntos es el resultado de la luz original,
llegando ahora a la antena de nuestro televisor después de viajar a
través del universo desde la creación. Esta luz viene de regiones
que su distancia de la tierra en el número de años la validez de
luz que es igual al número de años pasados desde la creación. (Ya
que ahora entiendo el baile de puntos, éste ha llegado a ser mi
programa favorito. Edifica más que muchos otros.) El televisor no da
una imagen clara del universo original. La interferencia es cien
veces más fuerte que la luz original. Para investigarla mejor, en
1989 la N.A.S.A. lanzó al espacio exterior el satélite COBE, lejos
de la interferencia de los artefactos de la tierra, y fuera de la
atmósfera, que absorbe buena porción de esta señal. Desde allí
confirmaron que la llamada ««radiación e trasfondo»» se originó
como una luz rojiza. Se ha enfriado mucho por la expansión del
universo, y cuando llega a la tierra ya no es visible. Pero cuando
partió, era luz visible.
Primera tarde
««En
el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba
sin forma y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo,
y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas»». El
universo consistía en rayos gamma muy energéticos. Una parte de los
rayos contienen la energía que iba a condensarse en la materia de la
tierra. La tierra estaba sin forma alguna, porque los rayos iban en
todas las direcciones. Antes de condensarse en materia, la tierra
estaba vacía pero existía, porque la energía existía. Los rayos
no eran visibles, Así que había tinieblas, la primera tarde. La
palabra hebrea traducida por aguas puede referirse a otros fluidos
también (Isaías 36:12). La energía tiene densidad y hace presión
como cualquier fluido. También es atraída por la gravitación hacia
las regiones de mayor densidad. Pero al principio la uniformidad casi
total hizo que la atracción fuese casi igual en todas las
direcciones. No había gravitación perceptible. Por eso, la tierra
era un gran abismo lleno de fluidos, donde uno estaría en caída
libre sin encontrar donde afirmar el pie.
Primera mañana
««Y
dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz»». Los rayos gamma
entrechocaron unos con otros y se condensaron en componentes
atómicos. La energía sobrante se convirtió en luz y calor. Los
instrumentos del COBE comprobaron que esa luz es exactamente como la
luz producida por cualquier cuerpo caliente, como el filamento de una
lámpara eléctrica. Dios la llamó luz en el sentido ordinario, tal
como los niños entienden la palabra. El amanecer del primer día
fue, probablemente, nunca será observado con ningún telescopio,
porque la mezcla de luz y partículas era translúcida pero no
transparente. Las partículas libres que llevan una carga eléctrica,
como el electrón, siempre dispersan la luz en direcciones
aleatorias, como una bruma matinal. Había mucha luz, pero no se
podía distinguir ningún objeto con claridad. La primera tarde duró
algo menos de una milésima de billonésima parte de un segundo,
antes que la primera vibración de una onda de luz pudiera
desarrollarse. Las teóricas de la física nuclear hablan de muchas
partículas extrañas que se produjeron en la alta temperatura y
enorme presión de esa mezcla. Eventualmente predominaron los
componentes de los átomos: protones, neutrones, y electrones.
Algunos protones y neutrones hicieron combinaciones de dos, tres,
cuatro, seis o siete partículas, mientras que otros protones
quedaron libres. Así se hicieron los núcleos de los elementos
químicos más ligeros: Hidrógeno, helio y litio. La formación de
los núcleos ligeros era casi completa en los primeros tres o cuatro
minutos después de la creación. No había combinaciones de cinco o
de ocho, porque estos núcleos no son estables. Su falta de
estabilidad impidió la formación de combinaciones más grandes, es
decir, mayores de siete partículas en total. Los elementos pesados
no podían formarse en los primeros minutos del universo.
Segunda tarde
««Luego
dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas
de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que
estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la
expansión. Y fue Así. Y llamó Dios a la expansión Cielos»». La
expansión es la prueba contundente de que el universo tuvo un
comienzo y por implicación, un Creador, la Primera Causa. La palabra
hebrea traducida aquí como expansión se usa con el mismo sentido en
todo el Antiguo Testamento. Algunas traducciones llaman a los cielos
««el firmamento»». Esta traducción dio oportunidad a los
críticos de acusar a los hebreos de creer que los cielos era una
placa metálica. De hecho, la Biblia usa la misma palabra para
describir la lámina de oro con que Moisés recubrió el arca de la
alianza. Los metales dúctiles se expanden bajo la presión de golpes
repetidos. La presión en los cielos originales también forzó una
expansión del universo, y la expansión lo enfriaba. Casi todos los
rayos de muy alta energía estaban ya fragmentados, y las partículas
entrechocaban unas con otras menos frenéticamente. Transcurridos
medio millón de años, cuando la temperatura era Sólo de tres mil
grados, los núcleos pudieron captar los electrones libres para
formar los primeros átomos. La dispersión de la luz menguó, como
cuando una bruma se disipa. La luz también menguaba y se hizo
rojiza, como un fuego que se apaga. La última luz viajaba libremente
en todas las direcciones, de todas las partes y hacia todas las
partes del universo. El universo llegó a ser oscuro y transparente,
abierto a nuestra inspección. Dios nos invita a mirar arriba y ver,
y responder a la pregunta: ¿Quién creó estas cosas? (Isaías
40:26). Algunos investigadores sí reconocen que están frente a los
secretos fundamentales del universo. El investigador principal del
COBE, George Smoot, presentó los datos conseguidos en abril de 1992.
El universo primitivo se veía casi uniforme. Al calcular las
pequeñas diferencias de temperatura, se vislumbraba una imagen de
parches, algunas regiones más densas y calientes, y otras
ligeramente más enrarecidas y frías. Estas fluctuaciones de
temperatura y densidad tienen una gran importancia, que ahora
explicaré. Smoot estaba tan entusiasmado por las fluctuaciones que
dijo: ««Si uno es religioso, ¡es como ver la cara de Dios!»»
Tenían que haber estas fluctuaciones para que la masa de fuego, casi
uniforme inicialmente, pudiera separarse en regiones concentradas de
calor, materia, y luz. Nuestra vida no puede existir a una
temperatura de 3,000 grados. La expansión era necesaria para enfriar
y dispersar la materia. Más tarde la materia dispersada tendía que
volver a contraerse en regiones densas separadas entre sí, y
compactarse en galaxias y estrellas. Los fluidos, en fin, tenían que
separarse unos de otros. Las fluctuaciones causaron todo esto. La
gravitación de una región está en proporción a la masa y energía
contenida. Las regiones de mayor densidad y calor atraían por
gravitación más que las regiones enrarecidas y frías. Así las
regiones densas iban atrayendo materia de las regiones menos densas.
Al hacerlo, se hicieron todavía más densas y compactas, y los
espacios entre las regiones densas crecieron y se hicieron todavía
más enrarecidos.
Segunda mañana
Una
vez que las regiones densas se hicieron compactas, tenían una fuerte
gravitación que definía las direcciones arriba y abajo. Los fluidos
de arriba, que eran otras regiones compactas, se separaron de los
fluidos de abajo, que era donde se formaría la tierra. La energía
gravitacional de la materia que caía adentro calentó otra vez la
región, produciendo de nuevo luz. La región se convirtió en la
galaxia ahora llamada La vía láctea, se formaron las primeras
estrellas, y la segunda mañana empezó. Las estrellas primitivas
estaban compuestas de elementos livianos como Hidrógeno, helio, y
litio. Muy profundo en el interior de las estrellas más masivas, los
núcleos estaban bañados en luz y calor, con mucha presión. Pero
esta vez el calor y la presión duraron unos cinco mil millones de
años. Los núcleos chocaban entre sí y ocasionalmente se pegaban el
uno al otro. Los elementos químicos más pesados tuvieron tiempo de
formarse como cúmulos de los livianos. Se formaron núcleos de
carbono, de seis protones y seis neutrones cada uno. Las moléculas
complejas de carbono e Hidrógeno son la materia prima de toda la
vida en la tierra. El Oxígeno (8 protones, 8 neutrones) es
imprescindible para nuestra respiración. El Hierro (26 protones, 30
neutrones) es indispensable para la formación de los glóbulos rojos
de la sangre que son los encargados de transportar el Oxígeno a
todas las células. La presencia de todos los 92 elementos químicos
naturales era necesaria para posibilitar nuestra vida. El elemento
natural más pesado, el uranio (92 protones, 143 o 146 neutrones) era
necesario para dar calor en el centro de la tierra, para levantar las
montañas y continentes y dejar en otros lugares las cuencas de los
océanos. Todos los elementos se ««cocinaban»» lentamente a
millones de grados de temperatura, en el interior de estrellas
masivas, mientras éstas quemaban su combustible de Hidrógeno. Pero
¿cómo podarían los elementos salir para formar un planeta
habitable?
Tercera tarde
«Dijo
también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en
un lugar, y descúbrase lo seco»». Las palabras del relato pueden
interpretarse en dos sentidos para describir dos eventos. Cuando una
estrella masiva ha consumido la totalidad de su Hidrógeno, empieza a
quemar el helio. Acabado este combustible secundario, y faltando la
presión de la energía producida, las capas exteriores de la
estrella empiezan a caer hacia el centro y producen todavía más
calor y presión en el interior. Los elementos pesados llegan a la
temperatura de ignición casi al mismo momento. Por unos días la
estrella llega a ser más brillante que la totalidad de las otras
estrellas de su galaxia. Desde lejos parece ser una nueva estrella,
porque antes, como estrella ordinaria, quizás no se veía. Muy
pronto la conflagración la hace estallar. Una estalló en nuestra
galaxia y fue observada en 1987. Pero unos cuatro mil millones de
años antes, otra estalló, y dispersó su interior como polvo seco
en una gran región del espacio. Así se descubrió lo seco. La
extinción de la estrella y el enfriamiento repentino de la materia
produjeron la tercera tarde. Como cuando un hierro caliente se saca
del fuego y se mete en agua, la luz desapareció con el calor. Este
polvo contenía el hierro que sería el centro de la tierra, y todos
los elementos que debían encontrarse en la corteza de la tierra para
dar una química rica, la base de la vida.
Tercera mañana
Las
estrellas primitivas se habían formado en la segunda mañana,
mayormente en los centros de las galaxias. Pero en los perímetros de
las galaxias quedaron nubes frías de gases, como Hidrógeno, que
tardarían miles de millones de años en compactarse y hacerse
estrellas. Cuando algunas estrellas primitivas estallaron y
dispersaron el contenido de sus interiores, el polvo formó largas
hileras extendidas entre las nubes de gases. Algunas galaxias giran
como remolinos y las hileras de polvo parecen líneas envueltas en el
centro. Se mezclaba algo del polvo con las nubes de Hidrógeno.
Cuando estas formaron nuevas estrellas, los elementos pesados las
hicieron brillar con colores como el amarillo en vez del intenso
blanco azulado de las estrellas primitivas. Una de estas estrellas
amarillas estaba debajo de los cielos, porque estaba en la región
del polvo que iba a formar la tierra. Circulaba en los brazos de la
Vía Láctea, recogiendo un disco de polvo que luego acumuló en un
cortejo de planetas. Se podría decir que los fluidos, o sea, la nube
de Hidrógeno, se juntaron en un solo lugar, que es nuestro sol. Las
palabras ««Júntense las aguas… descúbrase lo seco»» también
describen este momento del relato del tercer día, cuando la tierra
es formada y tiene superficie. Las montañas y continentes se
proyectaron y se secaron, y las aguas de los océanos buscaron sus
cuencas. Los primeros microorganismos acondicionaron el suelo, y las
condiciones eran propicias para la creación de vegetación. Los
árboles crecieron de las semillas creadas por Dios. Tardaron varios
años en levantarse, si crecieron con la lentitud normal. Todo esto
implica muchos días y noches en la superficie de la tierra, pero
todavía predomina el punto de vista de Dios. Desde fuera ÉL veía
siempre día en un lado del planeta y noche en el otro. Todo cuenta
como parte de la tercera mañana mientras Dios retenía la autoridad
de separar el día y la noche.
Los días siguientes
El
punto de vista del narrador cambia a un lugar específico de la
superficie de la tierra solamente cuando se acerca el momento de la
creación de los seres humanos. Dios elige una puesta de sol como el
inicio del cuarto día. En este día Dios delega la autoridad de
gobernar en el sol. El sol serviría de señal, pero ¿a quién? no
puede ser señal a ninguno salvo a seres creados inteligentes. En dos
días gobernados por el sol, Dios crea los animales y la pareja
humana, para terminar su obra. Según la Biblia los fósiles de los
animales encontrados en la tierra fueron enterrados durante el
diluvio de Noé. El conflicto entre darvinistas y biólogos
apologistas se modifica. Pueden haber pasado muchos años para que
tuviera lugar la proliferación de vegetación en la tierra, amén de
la vida macroscópica. Pero la evolución de las especies animales
queda descartada.
Conclusión:
Los
astrofísicos apologistas se adueñan, entonces, de los días uno,
dos, y tres, y los biólogos apologistas de los días cinco, seis, y
siete. Cada bando llega así a tener razón. La definición bíblica
de ««un día»» elimina el conflicto entre la Biblia y las
observaciones científicas más seguras y confirmadas. La
concordancia entre los descubrimientos científicos y el relato
bíblico tiene mucho valor como apologética. ¿Cómo podría
Moisés, sin telescopios, ni satélites, ni ciclotrones, ni
ordenadores, hace más de tres mil años, incorporar correctamente en
su relato de la creación todos los descubrimientos fundamentales de
la cosmología del siglo veinte? Moisés explica que hablaba cara a
cara con Dios. Es una declaración extraordinaria. Los escépticos
dirían que las pretensiones extraordinarias requieren evidencias
extraordinarias, pero Moisés tiene esa evidencia. Para el
creyente, los vastos espacios de los cielos y el gran número de
estrellas, tiene sentido. Hasta las estrellas que estallan son
necesarias para nuestra vida. Podemos mirar la noche estrellada y
decir, ««¡Padre! ¿Hiciste todo esto para nosotros?»» La
respuesta de Dios se encuentra en I Corintios 3:21 “Todo es
vuestro”.
El
Dr. Edwin L. Kerr es graduado por tres universidades: La Washington y
Lee University, la Columbia University y la New York University, con
titulaciones en Ingeniaría Electrónica y Doctor en Física,
especializado en óptica no lineal del rayo láser poderoso. Ha sido
profesor en la Universidad de Costa Rica, la Azusa Pacific University
de California, el California “Institute of Technology” y la
Universidad de Sevilla. Su primer trabajo profesional fue un estudio
para la N.A.S.A sobre la utilización del rayo láser en el espacio
profundo para comunicar la Tierra con una nave cerca del planeta
Marte, a una distancia de 150 millones de Kms. La N.A.S.A
le premió por su diseño de un telescopio adaptado para recibir
señales ópticas de naves espaciales cerca de los planetas
exteriores (Marte, Saturno), o más allá del sistema solar.
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