sábado, 12 de abril de 2014

El Debate de los Orígenes.


El primer conflicto
 
Al abrir la Biblia, nos encontramos con el clásico ejemplo de los conflictos entre la misma y las teorías científicas. Justo en la primera página hallamos el relato de Moisés sobre la creación del universo, hecha por Dios en seis días, dando por concluida su obra el séptimo día. Este relato ha sido traducido a miles de idiomas y es aceptado en muchas culturas, a partir de las culturas antiguas. Pero es entre las culturas modernas donde han surgido las dudas. La historia bíblica fecha la semana de la creación hace unos seis mil años. Según la evidencia acumulada en el siglo veinte, la edad del universo no es de seis mil años, sino del orden de diez mil millones de años. Esta discrepancia ha impedido que algunos den crédito a lo que la Palabra de Dios dice. Incluso algunos se han opuesto frontalmente a ella, valiéndose de interpretaciones contradictorias para desacreditar su historicidad. Pero los creyentes hemos podido aclarar muchas de estas discrepancias a través de la investigación científica. Por ejemplo, en el siglo veinte los arqueólogos han confirmado la historia bíblica. Algunos, como William Foxwell Albright, empezaron su trabajo como adversarios pero terminaron reconociendo la fidelidad de la narrativa bíblica.

William Foxwell Albright 
Nació el 24 de mayo de 1891 en Coquimbo, Chile,



Los orígenes 
 
Lo mismo ocurrió en cuanto al relato bíblico de los orígenes. El darwinismo, nacido en el siglo diecinueve, propugnó una explicación del origen de las especies. Los darwinistas explicaron la adaptación obvia de los animales a su ambiente como consecuencia de un largo proceso de selección natural entre mutaciones aleatorias bajo el principio de la supervivencia del más apto. Los apologistas replicaron que Dios diseñó las necesarias adaptaciones al medio cuando creó los animales. Darwin mismo admitió que su proceso de evolución requería muchos millones de años. Dijo que los que no aceptasen las largas épocas geológicas podarían cerrar inmediatamente su libro ««El origen de las especies»». Por eso, algunos biólogos apologistas han interpretado los días del relato de la creación como períodos consecutivos de 24 horas cada uno. El darwinismo, ahora, está modificando sus ideas. Tiene cada vez menos evidencias científicas y menos defensores. En cambio, la cosmología moderna va ganando evidencia y seguidores. En las etapas de desarrollo del universo hay semejanzas patentes entre los descubrimientos científicos y las descripciones bíblicas. La discrepancia más importante es que la Biblia divide las etapas en períodos llamados ««días»», que los astrofísicas dicen abarcan miles de millones de años.



Algunos astrofísicos apologistas explican que la palabra ««día»» puede referirse a largas épocas. Así resuelven el conflicto con las evidencias observadas, pero abren una brecha con la estrategia adoptada por algunos biólogos apologistas.

Las etapas de la creación en el relato bíblico se entienden mejor, ahora, a la luz de los descubrimientos científicos. Esto nos permite aclarar la definición bíblica de la palabra ««día»». La definición que proponemos permite que todos los apologistas, tanto astrofísicas como biólogos, tengan razón en sus respectivos campos. La clave para descubrir la definición bíblica de este término es la de interpretar el texto en sentido literal, sin descartar ningún indicio, ni intercalar ideas ajenas en los supuestos silencios del texto. Reconozcamos que nuestro afán de ordenar los eventos de nuestros días en un horario riguroso puede cegarnos a los conceptos de tiempo de sociedades antiguas. Dejemos, por tanto, a un lado la vieja lucha entre los que interpretan los días como siete períodos consecutivos de 24 horas cada uno; los que ven los días como símbolo de largas épocas; y los que intercalan miles de millones de silenciosos años entre los primeros versos de Génesis. De paso, rechazamos totalmente la idea de que Dios creó todo recientemente pero con apariencia de antigüedad, quizás como una forma de probar nuestra fe. Esta interpretación, realmente, es indigna de Dios. Existen ya bastantes obstáculos para la fe como para poner otros de forma artificial. Dios quiere que todos nos acerquemos a él con fe. No que tropecemos.



La definición

La definición más primitiva de un ««día»» es la de un ciclo de oscuridad generalizada en la naturaleza, seguido por otro de iluminación. También se usa la palabra ««día»» para la fase iluminada del ciclo. En el relato de Génesis, cuando al principio Dios creó los cielos y la tierra, se nos dice que había tinieblas en todo el universo, pero luego Dios creó la luz. Inmediatamente el relato se interrumpe con declaraciones y definiciones. Dios llama a la luz día y a la oscuridad noche. Moisés añade que ««la tarde y la mañana fue un día»». Lo menciona en este orden porque la oscuridad fue primero, y luego la luz. Esta definición no menciona la palabra ««hora»»Este intervalo definido de tiempo tampoco viene en ninguna parte del Antiguo Testamento. Los romanos introdujeron la hora cuando inventaron artefactos fiables para medir el transcurso de tiempo. Cuando Moisés escribió, esta tecnología no existía. La gente medía el tiempo por el movimiento aparente del sol o de las estrellas. La identificación de un día con la duración de un intervalo de tiempo es una definición derivada y secundaria.



La duración de un día usual

Ni en el primer día, ni en los dos siguientes, hay indicio alguno sobre la duración de estos días. Dios mismo se encargaba de separar la luz de la oscuridad. Todo lo que ÉL hace es bueno. Confiamos que también era buena su regulación del transcurso de los tres ciclos de oscuridad y luz. Sólo en el cuarto día llegamos al factor determinante de la duración de los días, y se aplica solamente a los días siguientes. En el cuarto día Dios delega en el sol la función de separar la luz de las tinieblas. Le da al sol autoridad para gobernar. Recibida esta tarea y comisión, desde entonces el sol ha regido el día con rigor y precisión. Podemos estar seguros que los días cinco, seis, siete, y todos los siguientes hasta el día de hoy han sido días de veinticuatro horas.



La zoología y el origen de los humanos

Esta observación les viene muy bien a los biólogos apologistas. Según la Biblia, mientras el sol gobernaba y medía los días en períodos usuales de 24 horas, todos los animales marítimos y voladores fueron creados en el quinto día, y todos los animales terrestres y la pareja humana fueron creados en el sexto día. Los humanos no somos descendientes de los simios. Ningún animal tuvo tiempo de reproducirse antes de la creación de Adán y Eva.

Los primeros tres días

Dios no tenía ninguna obligación de limitar la duración de los primeros tres días a las veinticuatro horas que después serían la regla usual. Antes que la tierra fuese formada, ella no giraba sobre su eje. La Noche y el día eran determinados por la falta o la presencia de luz. Al estudiar los descubrimientos de la cosmología y la astrofísica, podemos identificar tres épocas de oscuridad en el desarrollo del universo desde la creación, interrumpidas por tres épocas de iluminación de la materia de la tierra en formación. Los ciclos alternados de oscuridad e iluminación fueron los tres primeros días.

Los astrofísicos apologistas

Esta interpretación les viene bien a los astrofísicos apologistas. Nunca pudieron meter las largas épocas de la formación del universo en 72 horas ni en 144. No les conviene alegar que la Biblia pasa en silencio sobre estas épocas. Muchos, sin profesar ser creyentes, han notado los paralelos entre la cosmología y lo que Génesis dice explícitamente. El Dr. Robert Jastrow, en su libro titulado Dios y los Astrónomos, indica como, a lo largo del siglo veinte, los grandes científicos se reconciliaron con la evidencia cumulativa de que el universo tuvo un comienzo que era, en sus aspectos físicos, como la Biblia dice. Moisés entreteje, correctamente, los tres grandes descubrimientos en los primeros ocho versos de su relato.


El primer descubrimiento

Albert Einstein en 1905 propuso su teoría especial de la relatividad. Un corolario modificó la ley que decía que la materia es conservada en toda reacción. La materia no es eterna, sino que puede crearse. La energía pura puede condensarse en la materia. Esta energía pueden ser los rayos X generados por ciclotrones, o los rayos gamma, todavía más energéticos que los rayos X, que ahora llegan de las regiones más lejanas y antiguas del universo. Estos rayos son oscuros. Su vibración es demasiado rápida como para producir ninguna sensación visual. Cuando se hace una radiografía, un pulso muy energético traspasa el sujeto y expone la película, pero el sujeto no ve nada. Pero cuando los rayos gamma chocan entre sí, convierten gran parte de su energía en componentes de átomos, como electrones y otras partículas. La energía sobrante hace rayos menos energéticos, como los fotones de luz perceptible o de calor. Así los rayos oscuros se hacen visibles cuando chocan entre sí, se rompen, y se condensan.


El Segundo Descubrimiento

Edwin P. Hubble anunció en 1929 que el universo está en expansión. En general las galaxias se alejan unas de otras. Este movimiento no puede haber continuado así desde la eternidad pasada, porque ahora las galaxias estarían infinitamente lejos de nosotros, y no podríamos observar ninguna de ellas. Cuando vemos el cielo lleno de galaxias, sabemos que en cierto momento, no infinitamente remoto en el pasado, todas las estrellas y galaxias estaban juntas, y antes de su separación formaban una masa compacta.


El tercer descubrimiento

En 1964 dos científicos de los Laboratorios Bell (la Telefónica de los EE. UU.), Arno Penzias y Robert Wilson, detectaron la luz proveniente de esa masa con una antena de microondas. Cualquier persona puede detectar la misma luz con un equipo tan ordinario como un televisor. Solo hay que encenderlo y seleccionar un canal donde por el momento no haya transmisión. Se verá un baile de puntos blancos y negros. Según la determinación de Penzias y Wilson, el setenta por ciento de estos puntos son ruidos electrónicos de aparatos artificiales, como emisoras demasiado lejanas como para captar su imagen, motores eléctricos, etc. Casi todos los restantes son emisiones aleatorias esporádicas del sol, de otras estrellas, y de galaxias lejanas. Pero uno entre cien de estos puntos es el resultado de la luz original, llegando ahora a la antena de nuestro televisor después de viajar a través del universo desde la creación. Esta luz viene de regiones que su distancia de la tierra en el número de años la validez de luz que es igual al número de años pasados desde la creación. (Ya que ahora entiendo el baile de puntos, éste ha llegado a ser mi programa favorito. Edifica más que muchos otros.) El televisor no da una imagen clara del universo original. La interferencia es cien veces más fuerte que la luz original. Para investigarla mejor, en 1989 la N.A.S.A. lanzó al espacio exterior el satélite COBE, lejos de la interferencia de los artefactos de la tierra, y fuera de la atmósfera, que absorbe buena porción de esta señal. Desde allí confirmaron que la llamada ««radiación e trasfondo»» se originó como una luz rojiza. Se ha enfriado mucho por la expansión del universo, y cuando llega a la tierra ya no es visible. Pero cuando partió, era luz visible.

Primera tarde

««En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba sin forma y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas»». El universo consistía en rayos gamma muy energéticos. Una parte de los rayos contienen la energía que iba a condensarse en la materia de la tierra. La tierra estaba sin forma alguna, porque los rayos iban en todas las direcciones. Antes de condensarse en materia, la tierra estaba vacía pero existía, porque la energía existía. Los rayos no eran visibles, Así que había tinieblas, la primera tarde. La palabra hebrea traducida por aguas puede referirse a otros fluidos también (Isaías 36:12). La energía tiene densidad y hace presión como cualquier fluido. También es atraída por la gravitación hacia las regiones de mayor densidad. Pero al principio la uniformidad casi total hizo que la atracción fuese casi igual en todas las direcciones. No había gravitación perceptible. Por eso, la tierra era un gran abismo lleno de fluidos, donde uno estaría en caída libre sin encontrar donde afirmar el pie.

Primera mañana

««Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz»». Los rayos gamma entrechocaron unos con otros y se condensaron en componentes atómicos. La energía sobrante se convirtió en luz y calor. Los instrumentos del COBE comprobaron que esa luz es exactamente como la luz producida por cualquier cuerpo caliente, como el filamento de una lámpara eléctrica. Dios la llamó luz en el sentido ordinario, tal como los niños entienden la palabra. El amanecer del primer día fue, probablemente, nunca será observado con ningún telescopio, porque la mezcla de luz y partículas era translúcida pero no transparente. Las partículas libres que llevan una carga eléctrica, como el electrón, siempre dispersan la luz en direcciones aleatorias, como una bruma matinal. Había mucha luz, pero no se podía distinguir ningún objeto con claridad. La primera tarde duró algo menos de una milésima de billonésima parte de un segundo, antes que la primera vibración de una onda de luz pudiera desarrollarse. Las teóricas de la física nuclear hablan de muchas partículas extrañas que se produjeron en la alta temperatura y enorme presión de esa mezcla. Eventualmente predominaron los componentes de los átomos: protones, neutrones, y electrones. Algunos protones y neutrones hicieron combinaciones de dos, tres, cuatro, seis o siete partículas, mientras que otros protones quedaron libres. Así se hicieron los núcleos de los elementos químicos más ligeros: Hidrógeno, helio y litio. La formación de los núcleos ligeros era casi completa en los primeros tres o cuatro minutos después de la creación. No había combinaciones de cinco o de ocho, porque estos núcleos no son estables. Su falta de estabilidad impidió la formación de combinaciones más grandes, es decir, mayores de siete partículas en total. Los elementos pesados no podían formarse en los primeros minutos del universo.

Segunda tarde

««Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue Así. Y llamó Dios a la expansión Cielos»». La expansión es la prueba contundente de que el universo tuvo un comienzo y por implicación, un Creador, la Primera Causa. La palabra hebrea traducida aquí como expansión se usa con el mismo sentido en todo el Antiguo Testamento. Algunas traducciones llaman a los cielos ««el firmamento»». Esta traducción dio oportunidad a los críticos de acusar a los hebreos de creer que los cielos era una placa metálica. De hecho, la Biblia usa la misma palabra para describir la lámina de oro con que Moisés recubrió el arca de la alianza. Los metales dúctiles se expanden bajo la presión de golpes repetidos. La presión en los cielos originales también forzó una expansión del universo, y la expansión lo enfriaba. Casi todos los rayos de muy alta energía estaban ya fragmentados, y las partículas entrechocaban unas con otras menos frenéticamente. Transcurridos medio millón de años, cuando la temperatura era Sólo de tres mil grados, los núcleos pudieron captar los electrones libres para formar los primeros átomos. La dispersión de la luz menguó, como cuando una bruma se disipa. La luz también menguaba y se hizo rojiza, como un fuego que se apaga. La última luz viajaba libremente en todas las direcciones, de todas las partes y hacia todas las partes del universo. El universo llegó a ser oscuro y transparente, abierto a nuestra inspección. Dios nos invita a mirar arriba y ver, y responder a la pregunta: ¿Quién creó estas cosas? (Isaías 40:26). Algunos investigadores sí reconocen que están frente a los secretos fundamentales del universo. El investigador principal del COBE, George Smoot, presentó los datos conseguidos en abril de 1992. El universo primitivo se veía casi uniforme. Al calcular las pequeñas diferencias de temperatura, se vislumbraba una imagen de parches, algunas regiones más densas y calientes, y otras ligeramente más enrarecidas y frías. Estas fluctuaciones de temperatura y densidad tienen una gran importancia, que ahora explicaré. Smoot estaba tan entusiasmado por las fluctuaciones que dijo: ««Si uno es religioso, ¡es como ver la cara de Dios!»» Tenían que haber estas fluctuaciones para que la masa de fuego, casi uniforme inicialmente, pudiera separarse en regiones concentradas de calor, materia, y luz. Nuestra vida no puede existir a una temperatura de 3,000 grados. La expansión era necesaria para enfriar y dispersar la materia. Más tarde la materia dispersada tendía que volver a contraerse en regiones densas separadas entre sí, y compactarse en galaxias y estrellas. Los fluidos, en fin, tenían que separarse unos de otros. Las fluctuaciones causaron todo esto. La gravitación de una región está en proporción a la masa y energía contenida. Las regiones de mayor densidad y calor atraían por gravitación más que las regiones enrarecidas y frías. Así las regiones densas iban atrayendo materia de las regiones menos densas. Al hacerlo, se hicieron todavía más densas y compactas, y los espacios entre las regiones densas crecieron y se hicieron todavía más enrarecidos.

Segunda mañana

Una vez que las regiones densas se hicieron compactas, tenían una fuerte gravitación que definía las direcciones arriba y abajo. Los fluidos de arriba, que eran otras regiones compactas, se separaron de los fluidos de abajo, que era donde se formaría la tierra. La energía gravitacional de la materia que caía adentro calentó otra vez la región, produciendo de nuevo luz. La región se convirtió en la galaxia ahora llamada La vía láctea, se formaron las primeras estrellas, y la segunda mañana empezó. Las estrellas primitivas estaban compuestas de elementos livianos como Hidrógeno, helio, y litio. Muy profundo en el interior de las estrellas más masivas, los núcleos estaban bañados en luz y calor, con mucha presión. Pero esta vez el calor y la presión duraron unos cinco mil millones de años. Los núcleos chocaban entre sí y ocasionalmente se pegaban el uno al otro. Los elementos químicos más pesados tuvieron tiempo de formarse como cúmulos de los livianos. Se formaron núcleos de carbono, de seis protones y seis neutrones cada uno. Las moléculas complejas de carbono e Hidrógeno son la materia prima de toda la vida en la tierra. El Oxígeno (8 protones, 8 neutrones) es imprescindible para nuestra respiración. El Hierro (26 protones, 30 neutrones) es indispensable para la formación de los glóbulos rojos de la sangre que son los encargados de transportar el Oxígeno a todas las células. La presencia de todos los 92 elementos químicos naturales era necesaria para posibilitar nuestra vida. El elemento natural más pesado, el uranio (92 protones, 143 o 146 neutrones) era necesario para dar calor en el centro de la tierra, para levantar las montañas y continentes y dejar en otros lugares las cuencas de los océanos. Todos los elementos se ««cocinaban»» lentamente a millones de grados de temperatura, en el interior de estrellas masivas, mientras éstas quemaban su combustible de Hidrógeno. Pero ¿cómo podarían los elementos salir para formar un planeta habitable?

Tercera tarde

«Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco»». Las palabras del relato pueden interpretarse en dos sentidos para describir dos eventos. Cuando una estrella masiva ha consumido la totalidad de su Hidrógeno, empieza a quemar el helio. Acabado este combustible secundario, y faltando la presión de la energía producida, las capas exteriores de la estrella empiezan a caer hacia el centro y producen todavía más calor y presión en el interior. Los elementos pesados llegan a la temperatura de ignición casi al mismo momento. Por unos días la estrella llega a ser más brillante que la totalidad de las otras estrellas de su galaxia. Desde lejos parece ser una nueva estrella, porque antes, como estrella ordinaria, quizás no se veía. Muy pronto la conflagración la hace estallar. Una estalló en nuestra galaxia y fue observada en 1987. Pero unos cuatro mil millones de años antes, otra estalló, y dispersó su interior como polvo seco en una gran región del espacio. Así se descubrió lo seco. La extinción de la estrella y el enfriamiento repentino de la materia produjeron la tercera tarde. Como cuando un hierro caliente se saca del fuego y se mete en agua, la luz desapareció con el calor. Este polvo contenía el hierro que sería el centro de la tierra, y todos los elementos que debían encontrarse en la corteza de la tierra para dar una química rica, la base de la vida.

Tercera mañana

Las estrellas primitivas se habían formado en la segunda mañana, mayormente en los centros de las galaxias. Pero en los perímetros de las galaxias quedaron nubes frías de gases, como Hidrógeno, que tardarían miles de millones de años en compactarse y hacerse estrellas. Cuando algunas estrellas primitivas estallaron y dispersaron el contenido de sus interiores, el polvo formó largas hileras extendidas entre las nubes de gases. Algunas galaxias giran como remolinos y las hileras de polvo parecen líneas envueltas en el centro. Se mezclaba algo del polvo con las nubes de Hidrógeno. Cuando estas formaron nuevas estrellas, los elementos pesados las hicieron brillar con colores como el amarillo en vez del intenso blanco azulado de las estrellas primitivas. Una de estas estrellas amarillas estaba debajo de los cielos, porque estaba en la región del polvo que iba a formar la tierra. Circulaba en los brazos de la Vía Láctea, recogiendo un disco de polvo que luego acumuló en un cortejo de planetas. Se podría decir que los fluidos, o sea, la nube de Hidrógeno, se juntaron en un solo lugar, que es nuestro sol. Las palabras ««Júntense las aguas… descúbrase lo seco»» también describen este momento del relato del tercer día, cuando la tierra es formada y tiene superficie. Las montañas y continentes se proyectaron y se secaron, y las aguas de los océanos buscaron sus cuencas. Los primeros microorganismos acondicionaron el suelo, y las condiciones eran propicias para la creación de vegetación. Los árboles crecieron de las semillas creadas por Dios. Tardaron varios años en levantarse, si crecieron con la lentitud normal. Todo esto implica muchos días y noches en la superficie de la tierra, pero todavía predomina el punto de vista de Dios. Desde fuera ÉL veía siempre día en un lado del planeta y noche en el otro. Todo cuenta como parte de la tercera mañana mientras Dios retenía la autoridad de separar el día y la noche.

Los días siguientes

El punto de vista del narrador cambia a un lugar específico de la superficie de la tierra solamente cuando se acerca el momento de la creación de los seres humanos. Dios elige una puesta de sol como el inicio del cuarto día. En este día Dios delega la autoridad de gobernar en el sol. El sol serviría de señal, pero ¿a quién? no puede ser señal a ninguno salvo a seres creados inteligentes. En dos días gobernados por el sol, Dios crea los animales y la pareja humana, para terminar su obra. Según la Biblia los fósiles de los animales encontrados en la tierra fueron enterrados durante el diluvio de Noé. El conflicto entre darvinistas y biólogos apologistas se modifica. Pueden haber pasado muchos años para que tuviera lugar la proliferación de vegetación en la tierra, amén de la vida macroscópica. Pero la evolución de las especies animales queda descartada.


Conclusión:
 
Los astrofísicos apologistas se adueñan, entonces, de los días uno, dos, y tres, y los biólogos apologistas de los días cinco, seis, y siete. Cada bando llega así a tener razón. La definición bíblica de ««un día»» elimina el conflicto entre la Biblia y las observaciones científicas más seguras y confirmadas. La concordancia entre los descubrimientos científicos y el relato bíblico tiene mucho valor como apologética. ¿Cómo podría Moisés, sin telescopios, ni satélites, ni ciclotrones, ni ordenadores, hace más de tres mil años, incorporar correctamente en su relato de la creación todos los descubrimientos fundamentales de la cosmología del siglo veinte? Moisés explica que hablaba cara a cara con Dios. Es una declaración extraordinaria. Los escépticos dirían que las pretensiones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias, pero Moisés tiene esa evidencia. Para el creyente, los vastos espacios de los cielos y el gran número de estrellas, tiene sentido. Hasta las estrellas que estallan son necesarias para nuestra vida. Podemos mirar la noche estrellada y decir, ««¡Padre! ¿Hiciste todo esto para nosotros?»» La respuesta de Dios se encuentra en I Corintios 3:21 “Todo es vuestro”.

Dr. Edwin L. Kerr

El Dr. Edwin L. Kerr es graduado por tres universidades: La Washington y Lee University, la Columbia University y la New York University, con titulaciones en Ingeniaría Electrónica y Doctor en Física, especializado en óptica no lineal del rayo láser poderoso. Ha sido profesor en la Universidad de Costa Rica, la Azusa Pacific University de California, el California “Institute of Technology” y la Universidad de Sevilla. Su primer trabajo profesional fue un estudio para la N.A.S.A sobre la utilización del rayo láser en el espacio profundo para comunicar la Tierra con una nave cerca del planeta Marte, a una distancia de 150 millones de Kms. La N.A.S.A le premió por su diseño de un telescopio adaptado para recibir señales ópticas de naves espaciales cerca de los planetas exteriores (Marte, Saturno), o más allá del sistema solar.

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